Respeto mucho a Cayetano Lavalley, arquitecto preocupado por el rescate del patrimonio cultural del estado y de nuestra capital, además de funcionario honesto, se preocupa por la organización social. Derivada de su preocupación participa en el Colegio de Arquitectos del Estado. La agrupación ha vivido siempre bajo la presión de los grandes constructores, pero nadie afirma, en el caso de Lavalley, que ese sea uno de sus signos.
Por eso puedo disentir públicamente con él. En días pasados afirmó que los usos y costumbres detenían el desarrollo de las comunidades, en concreto en su relación con la secretaria de turismo y los proyectos que ésta propone. La forma de desición de las comunidades puede retrasar algunos proyectos, pero estas formas las han protegido, y en aquellas comunidades en los que los usos y costumbres van desapareciendo, las comunidades van teniendo el mismo fin. El turismo suele ser depredador, destruye a las comunidades, acaba con sus recursos naturales y convierte su tradición en una farsa, por lo que, motivo de otro artículo, sólo basta decir que algunos proyectos más que mejorar la vida de los hombres y mujeres de las comunidades la destruyen. No todo el turismo, y en el estado tenemos los dos ejemplos.
Tenemos el caso de Katyna de la Vega, hija de un exgobernador chiapaneco, que llevaba o lleva 11 proyectos de centros históricos en el estado. Este trabajo es a destajo, y esta alejado del cuidado, el amor y hasta la pasión con la que participan o se preocupan por su destino historiadores, académicos, ciudadanos y arquitectos (de los cuales Lavalley es un ejemplo a seguir). Por ejemplo, el método para la selección de la paleta de colores (por lo menos como se planteó en Pachuca hace algunos años) es conforme a una encuesta que consensa prácticamente la misma gama de color para centros, historias y climas diversos. En Tula se destruyen vestigios arqueológicos en el paseo Quetzalcoatl y se uniforma lo que era distinto, además de los problemas de ejecución, como el de colocar primero el concreto estampado, y luego abrir la calle para introducir el drenaje, el problema es que no se deben de maquilar estos trabajos.
En cambió otros proyectos que no han sido publicitados por el gobierno estatal, pero que el mismo los impulsa, modifican el ingreso, están operados colectivamente, se adaptan al entorno cultural y natural, son fuente de empleo y respetan la dignidad de las comunidades, no las convierten, como hacen otros, en esclavos de su propia cultura. Es el caso de proyectos en Atlapexco y en Calnali (Atempa) donde crean instalaciones hoteleras de mayor calidad de las que puede ofrecer Huejutla. Este trabajo esta realizado por la misma secretaria de turismo. Por allí debemos transitar. No en cambio, como en Tula, donde se tiende a construir un Disneylandia, que por otro lado no busca el visitante de las zonas arqueológicas. Sergio Camarena, ex director ya del centro INAH-Hidalgo, aparentemente fue cesado por dar a la luz pública que el proyecto no contaba con los permisos respectivos. Si se confirma la noticia, se estaría avanzado en el camino de la Vega. Si los usos y costumbres estuvieran en uso en estos lugares, no se detendría el desarrollo, se detendría la destrucción de nuestro patrimonio cultural. Hay algo que aprender de las comunidades indígenas y de sus tradiciones. El gobierno de Hidalgo debe instruirse de ellas, no destruirlas.
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