jueves, 13 de julio de 2017

Poco seso y otros tacos

Se encontraba en el Centro de Pachuca, en alguna época punto de concentración de agentes viajeros, visitantes y políticos el negocio había perdido recientemente algo de su presencia sin llegar a ser nunca un Hotel de paso. Al restaurant del Noriega iba uno a comer decentemente; en el restaurant propiamente dicho o en su reservado, este último destinado para eventos familiares, pero también, menos frecuentemente, como centro de reunión para algunos hombres importantes que lo alquilaban y usaban para decidir mal el destino de los hidalguenses. Yo conocí tanto uno como el otro: en el primero, entre los platillos clásicos destacaban las enchiladas, y se podía ir a celebrar o desayunar o comer con la familia; en el segundo, al menos en el PRD, antes de que migraran al sur, en contadas ocasiones los mandamases podían citar a los militantes y dirigentes locales de todo el estado para imponer alguna candidatura (casi siempre), o tomar el sentir previo de un asunto previamente decidido.

Ahora no se puede comer más en él. Sus nuevos dueños, animados por la especulación inmobiliaria, decidieron derribar un edificio catalogado por el INAH e interesante por su arquitectura y su historia.

Tampoco se puede comer en sus alrededores, la taquería de la calle de Mina, que colinda con los restos de una salida del antiguo hotel, sufrió la falta de tino de un operario de la máquina que abrió un boquete en su barda, a plena luz del día, contando entre sus víctimas y testigos a unos clientes que se encontraban, sin ningún pudor, devorando lo de la cena a hora de la mañana.

—¡Todos tranquilos! Síganle, mañana tapamos el boquete. — Así se manifestó el maestro encargado de la obra, con lo cual demostró que el residente, tal vez algún arquitecto en su primera etapa de desarrollo, ya no residía o se encontraba comiendo tacos en Mina, y el responsable, dueño o prestanombres, seguía sin ser responsable. De esta forma, el único representante de la obra dio por concluida la jornada laboral de los taqueros que, por el momento, entre escombros de la pared y de los platos, parecían tele trasportados a Siria.

El Sol de Hidalgo informó que los comensales salieron apresuradamente del lugar y, aparentemente, sin dejar la propina. Los tacos a medio masticar, los abandonados y los no vendidos deberán ser incluidos entre los daños colaterales, para las aseguradoras y sus ajustadores es un claro caso de tacos interruptus.

Pero no hay mal que por bien no venga, y la ocasión hace al constructor, así no es de extrañarse que los responsables del boquete compren ese humilde y popular negocio, como acostumbran hacer cuando se equivocan sus pares constructores de la calle Salazar.

martes, 11 de julio de 2017

Entre más altos son, …

El edificio que se encuentra construyendo en la calle de Salazar, entre las de Matamoros y Guerrero, en el Centro Histórico de Pachuca, es un ejemplo de cómo la voracidad de algunos empresarios afecta a la ciudad y sus habitantes por la inacción de algunas autoridades. El edificio ha crecido unos 15 metros para abajo, rascados a la tierra, y unos 10 pisos para arriba, arrancados al reglamento de construcción. La obra se toleró durante la administración del anterior alcalde de Pachuca, Eleazar García Sánchez, la cual se inició sin permisos del INAH, los cuales eran necesarios por ser contigua a otros edificios históricos y por encontrarse dentro del perímetro del Centro Histórico.
Si en el origen del problema se encuentra la incapacidad o complicidad de Eleazar y el Cabildo que le acompaño, se convirtió en un problema actual para la autoridad federal y el ayuntamiento presidido por Yolanda Telleria. El problema no sólo es de la presidenta, es del conjunto de síndicos y regidores de Pachuca porque, si bien se inició antes, ahora, a casi un año de haber tomado el cargo, ya no todo puede ser culpa de sus antecesores. Además, correctamente, el año pasado, en el mes de diciembre, el actual Cabildo de la ciudad se manifestó acerca de este asunto, rescato el dictamen del INAH y las observaciones del Comité del Centro Histórico y voto un resolutivo que no ha sido cumplido y que obliga a ejecutar la ley al propio ayuntamiento.

¿Cuáles son los problemas que presenta esta obra?

A. Los aspectos formales.
La obra no conto con los permisos necesarios, por lo que no debió empezarse, pero una vez iniciada se hicieron observaciones y requerimientos por parte del INAH y de la autoridad municipal. Estos no se cumplieron y, sin embargo, la obra continuó sin problema. Igual de importante es la afectación a los particulares, los cuales han visto destruido o afectado su patrimonio sin que la autoridad municipal los protegiera.

B. Como se está construyendo.
El edificio es, como fuera en su época el desaparecido edificio Reforma, pretencioso en sus alcances económicos y arquitectónicos. Otra vez con dueños, como en aquel entonces míster Jenkins y Gabriel Alarcón, cercanos a los intereses políticos.
Por esta pretensión es que ha crecido desproporcionadamente; no guarda relación con los aspectos formales y comunitarios, por lo cual el único programa arquitectónico es producto del ego de sus propietarios.
Se ha realizado una excavación sin la capacidad técnica y financiera necesaria, razón por la cual se han afectado viviendas y comercios de sus alrededores. Bardas colapsadas y afectaciones estructurales a las edificaciones trajeron consigo el ofrecimiento de compra por parte de los responsables de los problemas, por lo cual la mala construcción, en lugar de ser motivo de sanción se volvió un elemento de presión usado en contra de los ciudadanos afectados.

C. Que se construye.
El edificio, de acuerdo al reglamento de construcción vigente, no debería de medir más de unos 20 metros; tiene aproximadamente el doble de la altura permitida y es una mole que se observa desde la plaza Independencia, plaza Juárez o de la calzada de Veracruz que lleva al antiguo pueblo de San Bartolo. Se ve más que el Reloj, pero no significa lo mismo, ni tiene igual valor arquitectónico. No todas las obras deberían de superar o ser equivalentes a nuestro monumento, ni siquiera conservar el mismo estilo, pero está es demasiado grande para obviarla. El INAH ha observado, con otras palabras, este contraste. También tenemos un centro comercial en medio del comercio tradicional de Pachuca, los comerciantes están preocupados con razón.

¿Qué hacer?
En la Ciudad de México comienzan a mochar los edificios que se pasan de la raya. En Pachuca el grupo Martínez, constructor del edificio del cual hablamos, cuenta entre sus miembros con personajes con relaciones políticas y laborales con dos grupos, antes conflictuados, que ahora obran de acuerdo: el Universidad y la Joya. Sin embargo, a veces basta con suponerlo, pero bien puede ser que no cuenten con esta bendición en lo particular. Las autoridades harían bien en confirmar esta aparente aprobación, aunque, con bendición o sin ella, el municipio debe defender el patrimonio y a los habitantes de la ciudad, en especial a los afectados por la edificación.