El número irracional π goza de la dignidad de uno trascendente que, aunque incalculable, explica y clarifica. En cambio, desconfiamos de algunos números: el 7 le sienta bien a las profecías, los pecados o los samuráis. En sentido contrario, números perfectamente calculables, los cerrados en decenas por ejemplo, nos crean la sensación de que más que clarificar algo se esconde: el 10, que aparece en la boleta de un porro de la Universidad, el presupuesto en el cual se gastan 10 y se ganan 20 exactos, y las 50 firmas de un desplegado, rebatidas con las 100 del otro. Por supuesto, no sólo debemos desconfiar de las decenas exactas.
En la antigüedad el problema era el mismo; la expedición de los diez mil no debió de tener nunca ese número más que en el título que Jenofonte le impuso al libro que describe el regreso de los soldados griegos, contratados en 401 a.c. por el hermano golpista de Artajertes, gobernante Persa de la época. Ciro, el hermano, muere derrotado, lo cual es ocasión para la confección de otra mentira griega, una más, en que las aventuras esconden la empresa mercenaria de los “héroes”. Para la época se sufre del golpe de estado de los 400. No nos apresuremos a descalificar, lo improbable puede ser cierto. Para ello podemos observar, un poco más alla en el Mediterráneo, en una sociedad sin simpatías en el mundo occidental, el Consejo de los 100 de Cártago era una realidad equivalente al senado romano, órgano por la cual la oligarquía de los terratenientes gobernaba a la sociedad.
Por eso, cuando escucho del grupo de los 100, de Elba Esther y Castañeda, avizoro la exactitud esta acorde con ese otro grupo de los 10, de Nuevo León. Ambos grupos oligárquicos pretendían o pretenden influir en el gobierno o directamente en la designación de los gobernantes. Otra historia llama la atención, otro 10 (no el de un centro delantero), si no el del grupo al cual se le atribuye el control del mercado de la construcción en Hidalgo. Posiblemente el 10 es más, como en Jenofonte, título gratuito que número exacto.
Recordemos la noción de cardinalidad y ordinalidad. La segunda es de secuencia, va el 1, después el 2, luego el 3 y así sucesivamente, pero la primera es de comparación (igual, menor o mayor). El plumaje de este 10 es cardinal. Sin duda estamos ante un ente “mayor”, que decide. Los nombres HIVACO, Puerta de Hierro o Quadrini (casas Quma o plaza Q) así lo indican. La realidad del 10 la vivió 1 en carne propia en el Consejo del IMIP hace algunos años. Estando presentes ejidatarios y constructores, uno de los segundos tuvo la claridad de observar que: “estamos todos juntos, ¿por qué no ponernos de acuerdo?” Rebatí la idea, el IMIP no es lugar para repartirse el pastel, sino para planear el desarrollo urbano en beneficio de la sociedad y no de un grupo que representa un pequeño porcentaje de la población. Debut y despedida. Ya no tuve el honor de ser invitado nuevamente. Se me informó por un asistente de la importancia del grupo y de la necesidad de no distraerlos de los negocios tan serios que han emprendido, en contra del patrimonio, el desarrollo, la ecología, el buen juicio (si es que todavía existe) y hasta el buen gusto. 10 o 100, hay 1 ciudad. Se requiere de organizar a los aproximadamente 500 mil habitantes de la Zona Metropolitana, cifra estrictamente cardinal por supuesto, que hagan frente a 1 grupo, el de los 10. Esperemos esos otros 19, los regidores de Pachuca, no se hagan 0.
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