Durante la campaña de 2006 de Andrés Manuel López Obrador, hombres y mujeres de la izquierda hidalguense, tan golpeada y dispersada en los años ochentas y noventas, confluyeron en las Redes Ciudadanas (hoy al grupo Universidad se le ocurrió copiar el nombre), que en el caso del estado de Hidalgo, a diferencia de otros, no quedó en manos de expriístas descontentos por carecer de candidatura y, por el contrario, no concordó con Guadarrama, contraejemplo de todo lo que nos movía a apoyar a López Obrador.
En Pachuca, entre jóvenes, amas de casa y trabajadores, un grupo de mujeres, que participaron en distintos movimientos desde los ochentas, se conocieron, trabajaron y formaron parte de Redes y era un grupo de activistas que destacaba por su empeño. En este grupo se encontraba Chelo, junto a Maricela Hernández, Gloria Gama, Carmelita Arreola y Otilia Sánchez, y que, como grupo activo, sumaban a otras compañeras de su misma generación como Irma Escorza. Cerca de ellas o con ellas actuaron otras mujeres más jóvenes.
Todas se habían desarrollado en una época en la cual el ingreso urbano crecía más rápido que la población y la lucha de los sindicatos rindió frutos (frente a la precariedad en la que vivimos las generaciones que les sucedimos). Fueron luchas sindicales largas y difíciles, y las más de las veces la historia terminaba mal para los dirigentes y activistas sindicales opositores al charrismo tradicional: Maricela y Carmelita venían del CCL, Otilia del INAH, Gloria Gama apoyó y fue secretaria de Rafael Galván, dirigente electricista del SUTERM, de la Tendencia Democrática, al cual se le golpeó desde el charrismo con dinero para comprar a sus compañeros y se profirieron todo tipo de amenazas a los que se resistían. Gloria apoyó hasta su muerte a Galván (el gesto le costó el trabajo y la seguridad social y laboral, de la cual disfrutan muchos que hoy no valoran esa lucha y si disfrutan de sus logros).
Chelo, Consuelo Vargas Vázquez, fue sindicalista de Teléfonos de México. Le tocó participar como gente de base para renovar el sindicato en manos de la dirigencia charra de Salustio Salgado, nombrada por sus propios compañeros como dirigente, destacaron ella y la sección de Pachuca por ser las más combativas. Derrotado el cacique, un grupo de entre los que lo confrontaron se hizo con la dirección del sindicato, igual Chelo se confrontó a su vez con esta nueva dirección, pensando en la posibilidad de una vida más democrática al interior, pero la apoyó también en su momento en la defensa de los derechos de sus agremiados. Nadie pudo poner nunca en duda su compromiso y su honestidad.
Chelo trabajó en teléfonos en una época en la cual se podía ayudar, dar consejos y confortar a quienes pedían una llamada a la operadora. Todo ello dispensó cuando fue necesario; regañó a más de uno; sabia quienes habían traicionado o vendido y con quien, razón por la cual algunos funcionarios de gobierno del estado, gobernador incluido, llegaron a maldecir su nombre nada más descolgar el teléfono. Maldiciones aparte, los mismos funcionarios la respetaban y respetaron su integridad física por su integridad moral. Crítica como era, gente de distinto talante atesoró su amistad.
En alguna ocasión le retiraron sus derechos sindicales, paso previo para, una vez lograda la indefensión, colocar al trabajador en posición para que la empresa actuara, siempre dispuesta a golpear a los activistas destacados, antes y después de la privatización. Problemas como estos no impidieron que trabajara con la Fundación Telmex, o con otros grupos reuniera alimentos y vestido para los necesitados, lo mismo que participara en diversas manifestaciones y plantones. En la lucha postelectoral del 2006 estuvo en las movilizaciones frente a la Policía Federal, la PGR, el IFE, el IEE o, como aquella vez que vino el presidente de la República a Actopan, y hubo necesidad de arriar a algunos dirigentes para que se acercaran a protestar mientras ella estuvo en primera fila. Cuando no podía caminar iba en coche, llevaba de comer a los plantones, excelente cocinera, enseñaba hacer de comer, a elaborar cacahuates para vender o se dedicaba a la educación para adultos. Como abuela, suegra o madre mostró su compromiso y cariño. Era, pues, una de esas personas necesarias para construir el tejido social. Alguien falta, se ha destruido un mundo, con respeto y cariño la recordamos.
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