René Avilés Favila, recientemente homenajeado, escribió un cuento titulado: “Se trata de un bombero que extingue el fuego con gasolina”. En él, un mitar encargado de reprimir un movimiento guerrillero y que debe, antes de partir a la guerra, estudiar la literatura que sus superiores denominan “subversiva”. Comienza a leer y, después de un largo tiempo, y una petición para extender el tiempo de estudio, se pone al frente de sus soldados, habiendo solicitado una gran cantidad de armas y pertrechos, sólo para arengarlos en contra del sistema y sumarse con todos ellos a la guerrilla.
La semana pasada MVS acabó su relación laboral con la periodista Carmen Aristegui por la mención que realizó de la probable condición etílica del Presidente de la República sacada a relucir, ya no en las redes sociales o la plática de café, sino en el Congreso de la Unión por el diputado Gerardo Fernández Noroña.
La mención por parte del diputado provocó la suspensión de la sesión, lo cual por si sólo era materia de interés periodístico y merecía ser comentado, más allá de las formas y la censura la respuesta en las redes sociales y en los medios de comunicación ha traído consigo el conocimiento de lo que se deseaba ocultar: la pregunta de si el Presidente tiene problemas con su forma de beber.
Nadie podría pensar en un peor escenario para un censor que publicitar con su actuación lo que se desea encubrir. Tal es el caso de Verónica Jiménez y Luis Alberto Rodríguez. En las redes sociales se ha discutido y comentado que los dos han sido objeto de presión por lo que han escrito. En un caso se trata de la corresponsal del periódico Reforma, la cual ha sido hostigada a través de libelos y su equivalente en los videos de internet; y en el otro, de un columnista del periódico Milenio hasta la semana pasada. Confieso que Reforma lo leo sólo algunos domingos y no seguía las notas de Verónica Jiménez (sólo recuerdo con claridad la del asunto de los comisionados de la SEP), seguramente serán numerosas las personas que sientan de ahora en adelante la necesidad de leer con más cuidado lo que escribe la corresponsal, sobre todo porque el dueño de este periódico, Alejandro Junco de la Vega, vive en Austin, Texas, en los Estados Unidos, producto del peligro con el cual se ejerce ahora el periodismo en nuestro país, quien deberá estar más que interesado y seguramente se mostrará solidario con las penurias de una trabajadora del periódico que tiene que reportear tierra adentro.
Otro caso es el de Luis Alberto Rodríguez, el cual ha dejado de escribir en el Milenio. Desconozco las razones, pero los comentarios en las redes sociales señalan la molestia que, por su posición crítica, causó en algunos medios de gobierno del estado, lo cual nos invita a leerlo ahora en internet, en el portal desdeabajo.org.mx , hasta que lo podamos hacer nuevamente en un medio impreso.
martes, 15 de febrero de 2011
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