viernes, 6 de enero de 2012

Contar con los pobres no es lo mismo que contar pobres.


Nadie, que recorra comunidades, barrios y colonias, o permanezca unas horas en los hospitales y centros de salud puede dudar de la gravedad de la pobreza de nuestro pueblo. Su intensidad es tal que no permite que un gran numero de nuestros compatriotas coman adecuadamente o que tengan casa.

Por eso la pregunta es ¿Qué hacer?

De fondo la pobreza tiene su origen en la falta de justicia y desarrollo, y esta sólo acabará cuando los trabajadores y las desposeídos tengan salario y empleo, casi 30 años de privilegiar a los muy ricos por gobiernos priístas y panistas son el origen de esta situación, y el país sólo cambiará cuando tengamos un nuevo tipo de gobierno cercano a la gente.

El problema económico lo trataremos en ese punto, pero en relación con los programas de contención, los paliativos que moderan la pobreza, necesarios en tanto no tengamos una sociedad justa, es preciso discutir y cambiar su orientación en el Congreso Federal.

Los programas de atención a la población pobre tiene como objeto mejorar las condiciones generales de las familias, para que estas cubran la brecha de alimentación y necesidades básicas que les permitan trabajar y desarrollar sus actividades diarias adecuadamente, en tanto no cambiemos esta sociedad estos programas deberán de existir.

El problema es que su administración es costosa, burocrática, muchas veces inhumana y las más se utiliza como moneda de cambio frente a los ciudadanos, la mayoría de los funcionarios ven estos programas como una forma de comprar voluntades y con ello perpetúan la marginación y no permiten organizarse a las comunidades y barrios.

Así, por ejemplo, se habla de focalizar, de centrar los recursos en los más pobres, lo cual es correcto, pero se falla en las comunidades rurales, indígenas o no, con poblaciones menores a 2500 habitantes, sin caminos, ni servicios ni empleos bien remunerados, en las cuales se elaboran padrones costosos para poblaciones donde prácticamente todos son pobres y seria más fácilmente aplicar los recursos en forma general y no partir estas poblaciones, entre los que tienen la gracia de acceder a una despensa, una beca o un apoyo y los que no. Situación preocupante en comunidades que tradicionalmente han vivido unidas y son separadas ahora por la aplicación de recursos que no los van a sacar de la pobreza pero que si rompen con su organización.

En estas comunidades los apoyos deben ser generales y se debe de llevar a cabo públicamente y a través de las autoridades comunitarias, excepto cuando, al igual que sucede con las actuales autoridades, se desvíen de sus fines. Sin embargo, a este nivel, la evaluación pública de un programa garantiza fortalecer la organización interna en lugar de su rompimiento, más transparencia y lo que ahora no se tiene, la auditoria por parte de los propios beneficiarios.

En los centros urbanos como Pachuca y Mineral de la Reforma el crecimiento de la población es el crecimiento del número de pobres. En Pachuca, los barrios altos están marginados al igual que varias de las comunidades rurales que están siendo absorbidas por la ciudad y las colonias de ciudadanos sin casa que son explotados y se les chantajea por sus necesidades a cambio de apoyo político. En algunos de ellos hasta el 75 por ciento de la población esta por debajo de la línea de pobreza. Para ellos el procedimiento, al igual que en las comunidades, implica numerosas horas de espera. Esto debe cambiar, desde el Congreso Federal se deben discutir la naturaleza, la orientación de estos programas y su aplicación. Debe ser un procedimiento más humano, sencillo, transparente, con evaluación pública de los propios beneficiarios y verificación aleatoria. Los programas para paliar la pobreza deben permitir un mayor bienestar, organización, democracia y fortalecer, antes que menguar la dignidad de sus beneficiarios.

En días recientes el gobernador del estado mostró sus dudas sobre el tamaño de la pobreza en Hidalgo y descalificó al organismo encargado de medir el número de pobres. En Hidalgo, aquellos que no son pobres ni son vulnerables, esto es que cuentan con vivienda digna, alimentación adecuada, servicios y seguridad social son apenas 13 de cada 100 habitantes, el resto no están bien, carecen de servicios y 50 de cada 100 hidalguenses ni el CONEVAL encontró duda en calificarlos como pobres. Estos se encuentran también en Pachuca y Mineral de la Reforma (32.3 y 22.5 por ciento respectivamente). Andando el estado, ante el impacto de la pobreza existente, si hubiera duda, esta sería ¿Por qué no se reporta más?

100 de cada 100 hidalguenses debemos preocuparnos por la necesidad, el hambre y la miseria. Ya se contaron, podrá diferir un poco el número, pero se precisa solucionar de fondo y humanizar los programas de atención a la pobreza. Contamos con la buena fe de todos, incluido el gobernador, pero debemos contar con el malestar de los pobres para que estos se manifiesten y cambien las cosas.

Hidalgo necesita una revolución pacífica, ya los pobres han puesto demasiados muertos.

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